Incorporada ya en la arquitectura medioambiental del Plan Estratégico de la Política Agraria Común, la descarbonización es el nuevo reto al que se enfrenta el sector agropecuario que trabaja ya en implantar modelos agrícolas y forestales a favor del clima para alcanzar la neutralidad del carbono en el territorio comunitario para 2050.
Entre estas prácticas se incluyen el pastoreo extensivo, la agricultura de conservación o el mantenimiento de cubiertas vegetales y la aplicación racional de fertilizantes.
Como el resto de sectores, el agro realiza emisiones a la atmósfera que tanto fabricantes de maquinaria como administraciones trabajan para mitigar con el fin de ayudar a combatir el Cambio Climático.
La neutralidad de carbono se consigue cuando se emite la misma cantidad de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera que la que se retira por diversas vías. Esto deja un balance cero, que también se denomina huella cero de carbono. Con la descarbonización precisamente se busca esta neutralidad.
Si se cumplen los objetivos del Pacto Verde Europeo de 2019 acordado por la Comisión Europea, el nuestro sería el primer continente capaz de absorber tantas emisiones de CO2 como produce justo a mitad de siglo.
Para ello, se tienen que establecer acciones a corto y medio plazo para apoyar esta agricultura verde que busca recompensar a aquellos agricultores y demás profesionales del campo que se preocupen por esta retención de carbono y la protección de la biodiversidad.
El destacado papel de la agricultura.
Bien es cierto que las emisiones agrícolas representan sólo un 11% de las totales. Pero el sector no lo tiene tan fácil como otros, porque su actividad no se detiene, su misión de ir alimentando a una población creciente, y al mismo tiempo reducir sus emisiones.
España pierde casi 4 toneladas por hectárea y año de suelo como consecuencia de la erosión y tiene el ratio de contenido de materia orgánica en suelo más bajo de Europa sumado a que el 18% del mismo está en riesgo muy alto de desertificación, motivos de peso para poner en marcha prácticas ya.
Destacan dos medidas del Plan Estratégico de la PAC:
- Las dirigidas al mantenimiento de los elementos del paisaje o de la vegetación en los suelos para reducir emisiones y pérdida de materia orgánica.
- Los llamados “eco regímenes”, donde se ha buscado el mantenimiento de las cubiertas vegetales en todos los tipos de suelos.
En boca de varios expertos: “la descarbonización es una oportunidad para rentabilizar la agricultura”.
La agricultura de conservación.
Se ha comprobado que invertir en la prevención de la degradación de los suelos es mucho más económico (unas diez veces más) que invertir en restaurar suelos degradados. Por ello, la agricultura de conservación se erige en una herramienta idónea en la descarbonización.
Se basa en 3 principios:
- Mínima alteración del suelo
- Cobertura permanente
- Rotación de cultivos.
La agricultura de conservación devuelve al ecosistema grandes beneficios, protegiendo los suelos y mejorando la calidad de las aguas y facilita que los terrenos se conviertan en grandes “sumideros de carbono”.
Además, un cambio muy apreciable es la drástica reducción del consumo de combustible de una campaña a otra sumado a la disminución del uso de fertilizantes o de productos fitosanitarios pero se necesitará un periodo de transición durante el cual las ayudas van a ser determinantes.
Según un estudio que realizó la Asociación Española de Agricultura de Conservación y Suelos Vivos (AEAC.SV) unos años atrás, si toda la superficie dedicada en España a cultivos herbáceos y leñosos se pasara a la agricultura de conservación, se capturarían 52.995.928 t CO2 al año, lo que conseguiría compensar la práctica totalidad de la emisiones del sector agrario de nuestro país.
Lo cierto es que se puede asegurar que la agricultura de conservación es una tendencia creciente en España y técnicas como la siembra directa, cada vez es más habitual.
Pero, ¿es factible dar el salto del modelo de agricultura convencional al de agricultura de conservación en todas las modalidades de cultivos? En España existe una gran heterogeneidad de suelos. Cada modelo de agricultura tiene unas características cuyo manejo se debería adaptar a cada explotación para que sea lo más eficiente posible. Es un proceso lento, pero imparable.
La Comisión Europea tiene previsto presentar a finales de 2022 una propuesta para la certificación de la eliminación de carbono.